Errores financieros de la década de los 30: Planificar

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En el post de hoy vamos a hablar sobre planificar (o más bien sobre las consecuencias de no hacerlo). Otra gran fuente de errores financieros que solemos cometer durante la década de los 30 y que nos alejan de nuestro gran objetivo de conseguir salud financiera para poder disfrutar en todo momento #YOLOhastalos90.

Como recordarás, en las partes anteriores de este megapost cubrimos los errores relativos a los gastos, la deuda, el estilo de vida, el trabajo y los ingresos.  Ahora nos toca entrar en una nueva área, así que presta atención.

La década de los 30 suele venir acompañada de la sensación de que hay que empezar a decidir sobre una serie de cosas en un plazo no muy largo de tiempo: Quizá comprar una vivienda o un coche, quizá estudiar un posgrado, quizá tener hijos, quizá explorar nuestro desarrollo profesional en otro país, quizá montar un negocio o instalarnos por nuestra cuenta, etcétera, etcétera. Cosas que no son triviales, sino que pueden representar cambios importantes en nuestra dinámica de vida.

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Imagen de Gerd Altmann

Algunos de nosotros somos planificadores de serie. Hemos nacido con el atributo de personalidad de pensar en el futuro, fijarnos objetivos y diseñar planes para conseguirlos. Pero no todos somos así. No todos tenemos esa inclinación natural a proyectarnos hacia el futuro, intentar anticipar lo que viene y planificar cómo debemos prepararnos en el presente para llegar a donde queremos llegar.

Sin embargo, es una habilidad que nos conviene mucho ir cultivando poco a poco, porque no hacerlo suele llevar a importantes errores en la gestión de nuestras finanzas.

Veamos algunos ejemplos.

1. No planificar a corto plazo

En la década de los 30, algunas decisiones pueden representar un gasto relativamente importante en el corto plazo. He mencionado antes algunas: Una vivienda, un coche, estudios, tener hijos, etcétera, etcétera. Si no estamos muy seguros de que no vamos a hacer nada de esto, es más que probable que acabemos queriendo entrar por alguno de esos aros.

¿Y qué es lo que suele ocurrir? Que si no planificamos con un poco de antelación y empezamos a ahorrar, nos vemos obligados a pedir dinero prestado o a posponer (incluso abandonar) la decisión. Nos ponemos en la posición de tener que depender de los demás en lugar de depender de nosotros mismos.

Imagen de S. Hermann & F. Richter

Y no sólo para aquellas cosas que tenemos en mente. A veces suceden cosas que no esperamos. Cosas para las que tener un fondo de emergencia tiene mucho sentido, si no queremos quedarnos con el trasero al aire.

Pero claro, para poder ver esto con claridad hay que intentar proyectarse al futuro y planificar un poco. Y no siempre lo hacemos.

2. No planificar a medio plazo

También puede haber algunas cosas que pueden afectar a nuestra vida en un plazo de tiempo más largo. Por ejemplo, puede que queramos dar un giro profesional y formarnos para adquirir nuevos conocimientos o habilidades. O puede que queramos mandar a nuestros hijos a la universidad. O puede que tengamos aspiraciones de comprar una casa más grande.

Y claro, todo eso requiere también planificación. Requiere ahorro, y probablemente también requiere inversión, porque estamos hablando de plazos más largos.

La consecuencia de no planificar es la misma que antes: Nos ponemos a nosotros mismos en una posición mucho más vulnerable y con mayor dificultad de poder poner todas esas ideas en práctica cuando llegue el momento.

3. No planificar a largo plazo

Por otro lado, hay aspectos que tardan bastante tiempo en llegar, pero que cuando finalmente lo hacen, tienen un gran impacto en nuestra calidad de vida. Cosas que, aunque parezcan muy distantes en el tiempo, no son tan improbables.

Ejemplos de este tipo de situaciones pueden ser problemas de salud de algún familiar o nuestra propia jubilación.

Sí, puede ser que nuestros familiares no enfermen durante mucho tiempo. Y también puede ser que Papá Estado nos saque las castañas del fuego si no tenemos muchos ahorros cuando nos jubilemos.    

Pero también puede no ser así. De hecho, examinando los datos que tenemos ahora, no es para nada un escenario remoto. Y si se acaba manifestando, seguro que agradeceremos encarecidamente haber planificado un poco y haber construido un colchón financiero que nos permita navegar esas eventualidades, sin sacrificar en exceso nuestra calidad de vida (o seguro que nos lamentaremos de no haberlo hecho).

Aquí termina el post de hoy. Espero estas ideas te sirvan para darle un poco más de bola a las virtudes de la planificación y sus grandes beneficios para nuestra salud financiera.

Y si quieres seguir aprendiendo sobre cómo disfrutar al máximo de todas las etapas de tu vida sin perecer financieramente en el intento, consulta nuestra sección #Estilodevida.

¿Quieres seguir aprendiendo qué errores evitar para mejorar tu salud financiera y seguir disfrutando de la vida al máximo?

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