Errores financieros de la década de los 30: Malas compañías

Imagen: StockSnap

Seguimos en nuestra gesta para identificar los errores financieros más comunes de la década de los 30. En la siguiente parte de nuestro megapost nos metemos en harina con las malas compañías (financieramente hablando, ¿eh?)

Como recordarás, en la Parte 1 del post nos centramos en los gastos, en la Parte 2 en la deuda, en la Parte 3 en el estilo de vida, en la Parte 4 en el trabajo y los ingresos, y en la Parte 5 en la planificación. Hoy vamos a hablar un poco del tipo de personas que no suelen ayudarnos demasiado en el progreso hacia la salud financiera.

Somos animales sociales. Es algo profundamente enraizado en nuestra naturaleza humana. Necesitamos sentirnos conectados, escuchados, valorados. Necesitamos compartir momentos de diversión, de confidencia, de aprendizaje con los demás. Y la década de los 30 suele ser el momento en el que estabilizamos nuestros patrones de relación con los demás, después de haber ido un poco de flor en flor durante nuestros 20.

En otras palabras, nuestro círculo se estrecha. Y las personas que están en él ejercen una poderosa influencia sobre nosotros.

malas compañías

La importancia de este campo se basa en que adoptamos muchos de nuestros hábitos de comportamiento en función de lo que vemos en las personas con las que nos solemos relacionar. Por eso se suele decir que somos el promedio de las cinco personas con las que más tiempo pasamos en nuestro día a día. Quizá es una idea un poco exagerada, pero tiene su punto de razón.

Veamos ahora algunos tipos de personas que, si bien pueden tener otras cualidades de valor, no suelen ser de gran ayuda en la parte financiera. Lo que llamamos «malas compañías» financieras.

1. El despilfarrador

La persona despilfarradora es aquella que gasta en exceso sin diferenciar situaciones. Ve en el dinero una manera de desplegar su generosidad o de elevar su estatus social a ojos de los demás,  y siempre quiere más y mejor.

Este tipo de personas son peligrosas porque nos inducen a gastar en base a criterios que no son necesariamente los nuestros, por el mero hecho de no “quedar mal” con ellas.

Como en casi todo en esta vida, hay una dosis saludable de este tipo de comportamiento y una dosis poco saludable. Si crees que eres capaz de no caer en sus patrones de gasto y te gusta su compañía, no habrá problema. Pero si te ves arrastrado a gastar en exceso cuando estás con esa persona y eso te deja mal sabor de boca, quizá te convenga reconsiderar la frecuencia de interacciones que tienes con ella.

2. El gorrón

Otra de las malas compañías a tener muy en cuenta es el gorrón.

El gorrón es esa persona que constantemente pide que la inviten, pero que por alguna misteriosa razón nunca le toca a ella el turno de pagar.

Estas situaciones son socialmente complejas de gestionar, porque resulta violento decirle abiertamente a una persona que se está aprovechando de la situación. Pero si estamos hablando de frecuencia y cantidades relativamente elevadas, no nos queda otro remedio que hacerlo, si no queremos torpedear nuestra salud financiera de forma continuada.

Y además, es una relación poco saludable si no arreglamos ese problema. Tanto para nosotros como para la persona en sí. 

3. El procrastinador

El procrastinador es esa persona que, cuando es necesario hacer algo, siempre pospone la decisión y no acaba de hacer nada. Es un fenómeno relativamente común, puedes leer sobre él aquí.

Este tipo de personalidades pueden provocar situaciones muy incómodas cuando un grupo de personas está planificando para un viaje, o cuando hay que hacer una reserva, o cuando hay que adelantar un dinero para conseguir una buena oferta. No acaban de hacer lo que tienen que hacer, y al final el grupo acaba incurriendo en más gastos porque esa persona no hace el movimiento que debe cuando debe.

Para lidiar con la persona procrastinadora, una estrategia que suele funcionar bien es decirle claramente que si no hace lo que tiene que hacer antes de una fecha límite, se quedará fuera del plan (o tendrá que sufragar individualmente los gastos extra de incorporarse más tarde). En otras palabras, no socializar entre todos los gastos extra o la inconveniencia de la decisión personal de procrastinar de esa persona. 

Ser claro ayuda mucho en la relación con los procrastinadores. Y si aún así no funciona… pues quizá hay que hacer de tripas corazón.

4. El pesimista

La última de nuestras malas compañías es el pesimista.

El pesimista es esa persona que siempre lo ve todo negro. Cuando te enfrentas a una decisión que genera incertidumbre, siempre te dice que no tomes el camino con más riesgo (lo que ella entiende por riesgo) porque las cosas saldrán mal.

Y no me refiero a alguien que en una situación concreta adopta una posición conservadora. Me refiero a alguien que sistemáticamente se pone en el peor escenario, sea cual sea la situación.

Los pesimistas pueden influenciar negativamente tus decisiones en campos muy variados como las oportunidades laborales, las relaciones personales, o tu estrategia de inversión, metiéndote el miedo en el cuerpo y haciéndote renunciar a cosas que podrían ser muy buenas para ti.

Recuerda, el problema no es el riesgo. El riesgo es inevitable. Está por todas partes. El problema es no saber qué riesgo correr y qué riesgo no

Y no sé tú, pero yo creo que el optimismo racional (creer que las cosas irán bien pero prestando atención al riesgo, entendiéndolo y asumiéndolo cuando proceda y rechazándolo cuando no) tiene más probabilidades de dar buenos resultados en la vida que el pesimismo.

Eso dicen los que saben, al menos.

Y aquí termina el post. Espero que te sirva para hacerte más consciente de cómo estas malas compañías financieras influencian tus decisiones, y cómo puedes gestionarlas mejor.

Si quieres seguir aprendiendo a sacarle el máximo partido a la vida y seguir expandiendo tu salud financiera al mismo tiempo, consulta la sección #Estilodevida.

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