A medida que avanzamos por la vida, vamos atravesando etapas. Las circunstancias de cada etapa, y nuestra propia actitud, son diferentes. Y por tanto, el enfoque con el que tomamos decisiones suele ser también diferente.
Las prioridades, riesgo y compromisos que tiene la persona promedio de 25 años de edad no son las mismas que las que tiene la persona promedio de 45 años de edad, ni las que tiene la persona promedio de 65 años de edad. Eso es bien sabido.
Lo que no es tan bien sabido es que nos conviene, y mucho, anticipar cuáles podrían ser esas prioridades, circunstancias y compromisos en futuras etapas, porque lo que decidimos hacer en la etapa en la que nos encontramos impacta en lo que podremos hacer en etapas futuras. Vivir en el momento es genial, pero las finanzas, al igual que la salud y otras dimensiones importantes de la vida, suelen funcionar de esta forma:
Lo que decides hacer hoy afecta a lo que podrás hacer en el futuro.
Y si eso es así, quizá nos convenga tener presente cuáles son esas etapas que vamos a atravesar y de qué van.
Vamos allá.
Etapa 1: La juventud
La primera etapa es la juventud. Etapa de formación académica, experiencias y primeros años de trabajo.
En esta fase tendemos a caer en el efecto FOMO (“Fear Of Missing Out” o “miedo a perderse algo”). Nos dejamos seducir por todo tipo de experiencias de entretenimiento y tendencias del momento, estamos fuertemente influenciados por nuestras relaciones personales y gastamos el poco dinero que tenemos sin demasiado criterio.
Somos epicúreos. Vivimos para el placer.
Y eso tiene una consecuencia evidente: Llegamos a la siguiente etapa sin demasiados ahorros, con escasa experiencia y con unos patrones de consumo que nos impulsan a vivir por encima de nuestras posibilidades. Carne de cañón para endeudarnos en exceso en la siguiente etapa y adentrarnos en un limbo financiero del que resulta muy difícil salir.
¿Cómo puedes prevenir estas consecuencias?
Bueno, hay varias cosas que puedes hacer. Pero una que suele resultar muy efectiva es decir que sí a las oportunidades profesionales que se te vayan presentando.
En otras palabras, haz muchas cosas. Explora y trabaja duro. Es el momento de asumir riesgos e intentar cosas difíciles, porque tienes mucha libertad, pocos compromisos y una gran reserva de energía.
Esta ruta tiene 3 efectos colaterales de gran valor.
- En primer lugar, aprenderás muchas cosas e incrementarás tu valor profesional.
- En segundo lugar, desarrollarás el sentido de independencia y responsabilidad bien pronto.
- En tercer lugar, será más probable que gestiones adecuadamente tus finanzas, porque tu cabeza estará centrada en otros lugares ligados con el desarrollo personal y los planes de futuro, y no solamente en el placer inmediato.
Y esos son unos cimientos muy sólidos para adentrarte en la siguiente etapa.
Etapa 2: La madurez
La etapa de madurez se caracteriza por la llegada de compromisos: Mayores responsabilidades laborales, facturas, hipoteca, hijos.
En esta fase hay dos grandes restricciones. Una es el dinero, porque nuestros gastos se multiplican. Y la otra es el tiempo, porque nuestros quehaceres también se multiplican.
Hay una abrumadora sensación de falta de libertad. De estar achicando agua día tras día. De dar vueltas y vueltas a una rueda. De estar en la “carrera de la rata”.
En esta etapa, la tendencia habitual es gastar el poco dinero que nos queda tras cubrir nuestros gastos, en actividades de ocio y placeres diversos para compensar las frustraciones del día a día. Disparos de dopamina que se volatilizan al de poco tiempo de ser consumidos.
Y por supuesto, escasa o nula capacidad de ahorro e inversión. Lo cual, en el contexto de una mayor esperanza de vida y el creciente deterioro en la solvencia de la seguridad social, nos introduce en un camino con un destino muy poco alentador.
¿Cómo puedes prevenir estas consecuencias?
Bueno, para empezar, teniendo un poco de cuidado en la Etapa 1, en línea con lo que hemos comentado anteriormente. Si llegas a la Etapa 2 en posición fuerte, tendrás más posibilidades de encontrar un trabajo bien pagado que te resulte satisfactorio, habrás desarrollado hábitos más saludables, tendrás más visión de largo plazo y tendrás menos dependencia de los placeres inmediatos para sentirte bien.
Y si no lo has hecho demasiado bien en la Etapa 1, tendrás que recuperar el tiempo perdido.
¿Cómo?
Priorizando lo que te va a llevar a una buena situación en la Etapa 3. Y eso significa que tienes que incrementar tu valor profesional para acceder a mejores oportunidades laborales (formándote, desarrollando contactos, haciendo movimientos estratégicos, etcétera) y priorizar el ahorro y la inversión.
Descuidar estos aspectos en la Etapa 2 te llevará a una desastrosa Etapa 3. Debes tener mucho cuidado cuando te encuentres en la fase media de tu vida, porque tu margen de error se va estrechando y empiezas a acercarte al momento de «no retorno», en el que ya resulta muy difícil enderezar las cosas.
Etapa 3: El desenlace
La Etapa 3 se caracteriza por más tiempo libre y menor capacidad física y mental. Es la etapa de la “jubilación”, en la que dejamos atrás nuestra vida laboral y nos adentramos en un universo desconocido, en el que otras cuestiones cobran especial relevancia.
¿Y qué es lo que más te interesará en esta etapa?
Muchas cosas, pero yo diría que las fundamentales son 4:
- Salud física y mental
- Salud financiera para poder vivir el resto de tu vida haciendo lo que te gusta hacer
- Buenas relaciones con familia y amigos
- La sensación de que has vivido una buena vida y has aprovechado bien el tiempo
Como ves, todas ellas son cosas que requieren una inversión de tiempo y energía en etapas anteriores. No es algo que podrás resolver una vez te encuentres con los pies plantados en la Etapa 3, porque no tendrás tiempo de enderezar la situación si has descuidado estos elementos en las etapas anteriores.
Visto así, “vivir el momento” no es la panacea, ¿verdad? Y es que para vivir una buena vida y estar satisfecho en todas las fases que irás atravesando, has de combinar el deseo de vivir el momento con un poco de planificación de futuro.
¡Dale bola, Moneytimer!
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