Cómo asignar tus ahorros a las diferentes inversiones

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Los inversores que adoptan la filosofía de las inversiones periódicas en fondos indexados renuncian a intentar predecir cuándo el mercado lo va a hacer bien y cuándo mal, y también a adivinar qué compañías lo van a hacer bien y cuáles mal, porque compran todo el mercado de forma continuada. Sin embargo, a pesar de renunciar a estas decisiones, hay una decisión importante que no pueden dejar de tomar, y es cuánto dinero asignar a cada tipo de activo.

¿Cómo distribuyo mis ahorros entre renta variable, renta fija, activos líquidos, activos ilíquidos, inmobiliario, liquidez, etcétera, etcétera?

Esto es lo que se llama «asignación de activos» («asset allocation», en inglés).

Dentro de esa gran decisión, la decisión más importante para la mayoría de inversores es cómo asignar sus ahorros entre renta variable y renta fija, porque son los tipos más comunes de inversión que ofrecen las mayores diferencias en volatilidad y rentabilidad esperada. Durante periodos de tiempo muy largos, la renta variable y la renta fija siguen sus propios ciclos, la mayoría del tiempo de forma descorrelacionada.

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Por este motivo, si quieres diversificar tus inversiones, tiene sentido que tengas tanto renta variable como renta fija en tu cartera de inversión. Y la primera gran decisión es: ¿Cuánto de cada una?

Para responder a esa pregunta, hay varias cosas que debes tener en cuenta. Veámoslas.

La tolerancia al riesgo

Un aspecto clave en la decisión de cómo asignar tus ahorros a los diferentes tipos de inversión es el binomio riesgo-rentabilidad y la tolerancia al riesgo. Ya que rentabilidad y riesgo van indisolublemente unidos, ¿cuánto riesgo necesitas asumir para conseguir la rentabilidad que deseas? Y lo que es más importante, ¿cuánto riesgo puedes permitirte asumir?

«Necesitar» asumir cierto nivel de riesgo para acceder a tus expectativas de rentabilidad es en sí algo muy poco deseable. Cuanto más riesgo necesites asumir, más vulnerable eres a acontecimientos inesperados.

Un enfoque mucho más productivo es entender, evaluando la historia, qué tipo de rentabilidad esperada es razonable para cada clase de activo. Y después decidir, teniendo en cuenta nuestra capacidad para asumir riesgo.

La capacidad para asumir riesgo

Hay dos aspectos clave que determinan nuestra capacidad para asumir riesgo: Por un lado está la capacidad emocional. Y por otro lado está la capacidad financiera.

Veamos cada uno de ellos por separado.

La capacidad emocional para asumir riesgo

Tu capacidad emocional es el grado de control que tienes para no entrar en pánico cuando el tipo de activo en el que has invertido tus ahorros está pasando por un mal momento.

Eso no es tan sencillo de medir desde fuera. Y, por si eso fuera poco, suele cambiar con el tiempo.

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Por ejemplo, es posible que tengas poca capacidad emocional para asumir riesgo cuando eres joven e inexperto, que tengas más a medida que pasan los años, y que vuelvas a tener menos a medida que te aproximas a la jubilación.

¿Y cuál es la mejor medida de esa capacidad emocional?

Tu comportamiento.

Observa cómo te comportaste durante los últimos grandes shocks de mercado. La crisis de 2008, el bajón de 2018, la crisis del Covid-19, etcétera, etcétera.

¿Tenías renta variable en tu cartera en esos momentos? ¿Qué hiciste? ¿La mantuviste? ¿Compraste más aprovechando la caída de precios? ¿Vendiste porque te entró el pánico?

Si no tienes esa información, es conveniente que asumas que tu capacidad emocional para el riesgo es media-baja para tomar la primera decisión de cómo asignar tus ahorros a las diferentes inversiones. Cuando llegue el shock de mercado, que llegará tarde o temprano, podrás observar cómo te comportas y ajustar esa hipótesis hacia arriba o hacia abajo.

La capacidad financiera para asumir riesgo

Por otro lado, tu capacidad financiera para asumir riesgo se refiere a la cantidad de liquidez (o medios de obtener liquidez) que tienes para sobrevivir a los shocks de mercado sin liquidar tus inversiones.

Imagina que la bolsa entra en un periodo complicado y el valor de tus inversiones en renta variable cae significativamente. ¿Durante cuánto tiempo puedes seguir cubriendo tus gastos mensuales sin tener que vender esas inversiones?

Esta medida de riesgo es clave, porque si te ves obligado a vender tus inversiones cuando su valor ha caído porque no tienes liquidez (y no puedes esperar a que el valor de esas inversiones se recupere), podrías sufrir una pérdida importante.

Para evaluar tu capacidad financiera para el riesgo, tienes que entender bien tus circunstancias, porque cada caso es diferente.

Por ejemplo, si tienes un trabajo estable en un sector que está poco expuesto a los altibajos, o si estás jubilado con un patrimonio de 7 dígitos, tu capacidad financiera para el riesgo es, probablemente, alta. Por el contrario, si tienes un trabajo en una industria expuesta a constantes cambios, tienes un fondo de emergencia inexistente o muy pequeño, o estás jubilado con pocos ahorros, tu capacidad financiera para el riesgo es, probablemente, baja.

Ahí lo tienes, capacidad emocional y capacidad financiera para el riesgo. Debes tener ambas en cuenta a la hora de asignar tus ahorros a las diferentes inversiones, porque la más restrictiva de las dos es la que determina tu capacidad real para asumir riesgos.

En el siguiente post profundizaremos en cómo medir tu tolerancia al riesgo de diferentes formas.

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¿Quieres seguir aprendiendo a evaluar mejor el riesgo de tus inversiones?

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