El papel de la tolerancia al riesgo en tus inversiones

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En el post anterior hicimos una primera aproximación a los factores de riesgo que debemos tener en cuenta a la hora de asignar nuestros ahorros a las diferentes inversiones. En este post vamos a profundizar en algunas reglas prácticas que tienen en cuenta estos factores y que nos pueden ser muy útiles para decidir cuánto invertimos en cada posible opción.

Cuando contratas a un asesor financiero para que te aconseje sobre este asunto, lo habitual es que te pida que rellenes un «cuestionario de evaluación de riesgo». Ese cuestionario comprende una serie de preguntas ancladas en investigaciones psicológicas para determinar tu tolerancia y capacidad de asumir riesgos en tus inversiones.

¿Es esto una manera fiable de medir tu tolerancia al riesgo en tu caso particular?

La respuesta es que no demasiado, especialmente si estás empezando a invertir y no tienes una historia de acontecimientos reales en los que has podido observar tu propio comportamiento.

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Estas herramientas pretenden predecir tu reacción emocional a los acontecimientos en anticipación a cuando suceden. Y existe una gran cantidad de investigaciones que demuestran que no somos muy buenos intentando predecir reacciones emocionales desde un estado de calma.

Y con esos inputs – de escasa fiabilidad – los asesores financieros te recomiendan una asignación de activos en base a sus rentabilidades históricas, que por supuesto no son garantía alguna de sus rentabilidades futuras.

Todo esto parece muy sofisticado, pero es muy posible que no sea en absoluto más efectivo que utilizar algunas reglas prácticas mucho más sencillas e intuitivas.

Veámoslas.

1. Utiliza tu edad como referencia para la asignación a renta fija

La primera regla es muy sencilla: Si tienes 30 años, asignas 30% de tus inversiones a renta fija, Si tienes 40 años, un 40%. Etcétera, etcétera.

Es una de las reglas de asignación más antiguas que existen, atribuída al fundador de Vanguard y padre de la inversión en fondos indexados, John Bogle.

La filosofía de esta regla es muy simple. A medida que envejeces, te interesa tener menos volatilidad en tus inversiones porque te aproximas a tu jubilación y a dejar de generar ingresos por tu trabajo. Y por tanto, es conveniente que aumentes el porcentaje de renta fija y reduzcas el porcentaje de renta variable, aunque para ello debas sacrificar rentabilidad esperada.

2. Controla tu pérdida máxima

Esta regla es muy interesante. Intenta predecir una reacción emocional futura, pero lo hace de forma muy simple e intuitiva.

Funciona de la siguiente manera: Asume que tus inversiones en renta variable podrían caer hasta un 50%, que es probablemente el peor caso posible (al menos de todo lo que hemos visto hasta ahora) y que sólo se produciría en una situación económica muy grave.

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Y después hazte la siguiente pregunta: ¿Qué caída máxima aguantarías en toda tu cartera de inversión sin entrar en pánico y vender? ¿10%, 20%, 40%?

Una vez tienes la respuesta, tu asignación a renta fija sería la siguiente: 100% – 2 veces la caída máxima que tolerarías en toda tu cartera de inversión.

Por ejemplo, si crees que tolerarías una caída máxima del 20% en toda tu cartera, tu asignación a renta fija sería: 100% – (2 x 20%) = 60%. Y por tanto tu asignación a renta variable sería 40%.

Este cálculo asume que tus inversiones de renta fija no caerían en ese peor escenario, lo cual es probablemente simplista y no está garantizado. Pero sí que es cierto que la renta fija suele funcionar como un activo «refugio» cuando la renta variable cae, y por tanto no es una hipótesis descabellada.

3. Supervivencia en el peor escenario

La siguiente regla de asignación de ahorros a tus inversiones es también muy intuitiva. Consiste en cuantificar tus gastos anuales y asegurarte de que puedes sobrevivir durante suficiente tiempo con tus activos o inversiones más seguros o menos volátiles, como la liquidez y la renta fija.

¿Cuánto tiempo? Depende. Si quieres considerar el peor escenario, podrías asumir que no vas a generar ingresos durante 3 años y evaluar cuántos gastos acumulados tendrías durante ese tiempo. Ésa sería la cantidad que debes tener en liquidez y renta fija, en las proporciones que te parezcan adecuadas.

Esto es importante, porque una vez que agotes los recursos más «estables», tendrías que vender tus inversiones en renta variable para sufragar tus gastos, y puede que esas inversiones no se encuentren en su mejor momento porque son más volátiles. O encontrar una nueva fuente de ingresos, claro.

No es una regla muy sofisticada, pero proporciona mucha tranquilidad mental.

4. Vamos a medias

¿Quieres algo aún más simple? Aquí lo tienes: 50% a renta fija y 50% a renta variable. Aunque te parezca una tontería, muchos inversores con experiencia asignan sus ahorros a sus inversiones de esta manera, y después hacen ajustes en función de las circunstancias del momento.

Incluso el premio Nobel de Economía Harry Markowitz, que basó su trabajo en la asignación óptima de los ahorros a los diferentes tipos de activos de inversión, utilizó esta estrategia durante mucho tiempo, así que muy mala no debe de ser.

De hecho, las investigaciones demuestran que históricamente es una de las mejores combinaciones de riesgo y rentabilidad que existen.

5. Comprar un fondo mixto

¿Quieres algo aún más simple? Hoy en día puedes comprar un solo fondo de inversión muy diversificado que incluya los porcentajes de renta variable y renta fija que deseas. No tienes ni siquiera que comprar varios fondos, con uno sólo es suficiente.

Una opción muy interesante es lo que se llama fondos equilibrados o «balanced funds», que generalmente ofrecen una combinación de renta variable en acciones de las compañías más grandes del mundo y renta fija en bonos de alta calidad crediticia.

Simple, diversificado, barato y muy sencillo de gestionar.

Ahí lo tienes, cómo asignar tus ahorros a las diferentes inversiones en función de tu tolerancia al riesgo. ¡Dale bola, Moneytimer!

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