Antes de nada, líbrate de las deudas

Imagen: Geralt

Una vez tuve una interesante conversación con una persona a la que le había llegado de repente una cantidad de dinero, que no era pequeña, por una herencia. Esa persona tenía algunas deudas, entre ellas el saldo de la tarjeta de crédito y un préstamo personal. Y me hizo la siguiente pregunta:

No tengo muy claro qué hacer con este dinero. ¿Debería invertir en bolsa? ¿O quizá intentar comprar un piso?

Y yo le miré perplejo, como si fuera un habitante de otro planeta.

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Pero no, no era un habitante de otro planeta. Era una persona muy normal. De hecho, apuesto el cuello a que hay muchas personas que no tienen clara cuál es la respuesta en un caso como éste, porque no han desarrollado su educación financiera lo suficiente.

Aunque en el mundo de las finanzas personales hay mucha cabida para las opiniones y a cada uno le sirve lo que le sirve, en este caso concreto no hay mucho debate. La respuesta válida es una y sólo una:

Lo primero de todo es librarte de esas deudas. Y después ya verás lo que haces con lo que te queda.

Veamos por qué ésa es la respuesta correcta.

El peligro de enredarse con deuda cara

A pesar de que los tipos de interés han bajado mucho en los últimos años, hay cierto tipo de deudas que siguen teniendo unos costes muy elevados. Ejemplos, además de los préstamos que te hacen esas compañías de dudosa reputación en Internet para sacarte los ojos, son las tarjetas de crédito (especialmente) y los préstamos al consumo.

Un préstamo al consumo corriente puede estar en torno al 6% de interés anual, dependiendo de tu solvencia. El saldo de una tarjeta de crédito corriente, si no lo pagas cuando toca, puede estar en torno al 20% de interés anual.

Esto son costes que no debes tener en tu día a día, salvo que no tengas más remedio. Machacarán tu salud financiera sin ninguna piedad y te harán sumergirte en un pozo cada vez más profundo, despojándote de la capacidad de crecer y mejorar.

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Hemos hablado en otras ocasiones del poder del interés compuesto en el lado de la inversión. De cómo las ganancias se acumulan cuando las reinviertes durante un largo periodo de tiempo. Pues bien, las deudas caras tienen el mismo efecto, pero en sentido opuesto: Los costes se acumulan si no cortas el show de raíz.

Cuanta más deuda tengas y más cara sea, mayor cantidad de tus ingresos debes destinar a pagar los costes de esa deuda y menor capacidad de ahorro te queda. Si no tienes cuidado, esa bola se irá haciendo cada vez más grande e irá reduciendo tus posibilidades de ahorrar. Y mientras tanto, la inflación seguirá mordiendo tu poder adquisitivo sin piedad.

Por eso tu atención debe estar centrada en deshacerte de las deudas. Para levantar el vuelo, primero tienes que soltar lastre. Y la deuda es uno de los lastres más pesados que existen.

¿Cuál es la secuencia adecuada?

Ahora que tienes más claro cómo de peligroso es mantener deuda cara en tu vida tan alegremente, veamos cuál es la secuencia adecuada de uso del dinero en el caso de la historia de aquella persona que me hizo la pregunta.

Primero, repaga y cancela la deuda más cara.

Después, repaga y cancela la siguiente deuda más cara.

Y así sucesivamente, hasta que te quedes sólamente con deuda buena. Si no tienes deuda buena, cancela todas tus deudas.

Después, construye un fondo de emergencia equivalente a 6-12 meses de gastos.

Después, y sólo después, puedes pensar en invertir.

Ése es el orden. No vayas por ahí pensando que es mejor invertir primero en bolsa o en criptomonedas, porque esperas obtener una rentabilidad superior al coste de la deuda que tienes. Esa rentabilidad es incierta, mientras que el coste de la deuda es seguro. No es una buena decisión, aunque te salga bien.

Empieza por los cimientos. Una vez tengas unos cimientos sólidos, ya irás construyendo el resto de la casa.

¡Dale bola, Moneytimer!

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