Por qué el accionista tiene tanto peso en una empresa

Imagen: The Investor Post

Hoy vamos a hablar sobre un tema que ha sido objeto de debate muy a menudo en los últimos tiempos: ¿Por qué tiene el accionista tanta importancia en la empresa? ¿Por qué parece ser el grupo en cuyo beneficio se toman las decisiones más importantes?

A menudo vemos que este debate se presenta como una lucha de poder entre accionista y trabajador, en la que ambos juegan a un juego de suma cero: Si el accionista gana, el trabajador pierde, y viceversa. Y como las empresas parecen querer priorizar los intereses de los accionistas por alguna extraña razón, eso lleva a algunas personas a etiquetarlos como seres malvados y sin escrúpulos, cuyo objetivo principal es esquilmar a los trabajadores para poder enriquecerse.

¿Funcionan así las cosas realmente?

Veámoslo.

¿De dónde surge la importancia del accionista?

Desde hace muchos años, la teoría financiera se sustenta sobre un principio básico:

El objetivo financiero principal de la empresa es maximizar su valor para el accionista.

En otras palabras, la empresa enfoca sus decisiones estratégicas con el objetivo de proporcionar la máxima rentabilidad para los accionistas. Dentro de un marco regulatorio, ético y de buenas prácticas, claro está.

accionista

¿Y por qué es éste el objetivo y no otro?

Simplemente, porque estamos en un sistema capitalista que utiliza proactivamente la generación de riqueza y beneficio individual como incentivo para conseguir el interés general. La teoría de la mano invisible del filósofo y economista Adam Smith en su famoso libro «La riqueza de las naciones».

Sea el capitalismo el mejor sistema o no, es el que colectivamente hemos decidido escoger. Y eso significa que los agentes de mercado se ven incentivados a realizar ciertas acciones porque esperan obtener un beneficio concreto. Un beneficio que a menudo redunda en beneficios directos o indirectos para otras personas. Y que, mediante la acumulación de fenómenos individuales de este estilo, redunda en el interés general.

En el caso de las empresas, éstas existen porque un accionista o grupo de accionistas elige invertir (arriesgar) una cantidad de dinero y otros recursos en montarlas con el objetivo de recuperarlo con creces más tarde. Y si las cosas van bien, esa empresa prospera, vende productos o servicios que satisfacen a sus clientes, compra productos o servicios a sus proveedores, paga impuestos… y crea puestos de trabajo.

Pero sí, el objetivo principal de la empresa es maximizar la riqueza del accionista. Porque es el accionista el que las crea. Porque es como funcionan los incentivos en el sistema capitalista: El beneficio de unos redunda en el beneficio de muchos.

¿Cómo se reconcilian los intereses de los otros agentes?

La realidad es que en una empresa todo está unido. Si uno de los agentes se pasa de listo e intenta esquilmar a los demás, el sistema se acaba rompiendo. Puede tardar más o menos, pero termina rompiéndose por algún sitio.

Imagen de Kira Hoffmann

Si la empresa toma decisiones en claro detrimento de los trabajadores, éstos se irán a buscar nuevos horizontes y la empresa perderá su activo más importante para generar riqueza.

Si los trabajadores se vuelven demasiado problemáticos y exigen demasiado, los accionistas no se verán incentivados a continuar con el negocio y se perderán puestos de trabajo.

Si el interés recaudador de Hacienda se vuelve demasiado ambicioso, el accionista no alcanzará la rentabilidad deseada y no querrá reinvertir en el negocio, dificultando que prospere y quizá cerrándolo.

La única manera de que una empresa prospere es que todos los agentes salgan beneficiados de algún modo. Si uno o varios de ellos permanecen insatisfechos mientras los demás obtienen constantemente muchísimos beneficios, eso probablemente no dure mucho tiempo. El propio mecanismo de libre competencia y libre movilidad de recursos eventualmente lo corregirá.

Es como un mecanismo de control que asegura que nadie se pasa de la raya obteniendo beneficios a costa de los demás, porque los demás tienen otras opciones y son libres de elegirlas. Y esta dinámica acaba redundando en el mayor beneficio conjunto.

Por esta razón el sistema capitalista, lejos de ser perfecto, se sigue considerando como el menos imperfecto.

El inevitable desenlace

Sin embargo, a pesar de todo esto, el sistema capitalista tal y como lo conocemos tiene un inevitable desenlace: La desigualdad en la obtención de beneficios.

En este sistema, siempre va a haber personas que se beneficien más que otras. Cuando alguien crea una empresa y las cosas le van bien, indudablemente va a amasar más riqueza que los trabajadores que cobran un sueldo de mercado.

Pero también es cierto que ese alguien puede perder todo el dinero invertido. Recuerda, rentabilidad y riesgo van unidos. Si alguien arriesga más, es lógico que gane más si las cosas le salen bien, porque también pierde más si las cosas le salen mal.

La desigualdad es inevitable en un sistema capitalista. Lo que debemos vigilar es que no exista demasiada desigualdad, porque eso tendría efectos perniciosos en el funcionamiento del sistema. Ahí es donde el poder público debe intervenir con acciones concretas, sin destruir los incentivos del sistema capitalista para elevar el bienestar general.

¡Dale bola, Moneytimer!

Si quieres acceder a contenidos similares, consulta nuestra sección Dinero, ¡a trabajar!

¿Quieres seguir expandiendo tu educación financiera?

.

🎁Dinero, ¡a trabajar! — otros posts