Un error financiero que no lo parece

Imagen: Pixabay

A la hora de tomar decisiones financieras, existen muchas posibles fuentes de error.

Podemos gastar todo lo que ganamos expandiendo nuestro estilo de vida para dar buena impresión a los demás.

Podemos decidir no invertir y dejar que el dinero en nuestra cuenta corriente sea fagotizado por la inflación año tras año «porque nos asusta perder».

Podemos invertir en alternativas que no encajan bien con nuestro perfil de riesgo y nuestros objetivos.

Podemos seguir la moda de inversión del momento en lugar de elegir alternativas que nos parecen aburridas, aunque tengan una historia de buen funcionamiento sólida y contrastada.

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Imagen de Ryan McGuire

Pero todos estos son errores ampliamente conocidos. No quiere decir que por eso no vayamos a cometerlos, pero cuando alguien nos los señala con el dedo, generalmente somos plenamente conscientes de ellos y asentimos diciendo «pues sí, ya sé que no estoy haciendo lo que debería».

Sin embargo, hay otro tipo de errores que no parecen tal. Comportamientos o decisiones que, aunque otros nos los señalen, no creemos que sean errores, porque estamos seguros de que estamos haciendo lo correcto.

En este post vamos a hablar de uno de los más grandes.

El asesor financiero

Las finanzas son un campo que a muchas personas les parece complicado. Oímos en la televisión y leemos en la prensa palabras que no entendemos. Y concluimos rápidamente que la tarea de aprender lo suficiente como para llevar el volante de nuestras finanzas es demasiado ambiciosa.

Estamos demasiado ocupados y disponemos de demasiado poco tiempo como para meterle mano a ese objetivo. Así que hacemos lo que nos parece más razonable y eficiente: Delegar las decisiones «en alguien que sabe».

Error. Y de los gordos.

Tus finanzas son cosa tuya, porque son una dimensión absolutamente clave de tu vida. Sólo tú conoces bien tus circunstancias, tus patrones de gasto, tus compromisos financieros, tus deseos, tus objetivos, tu tolerancia al riesgo.

Además de esto, delegar tus decisiones financieras más importantes en «alguien que sabe» suele tener varios inconvenientes.

A menudo, realmente «no sabe»

Cuando sabemos muy poco de algo, tendemos a sobrevalorar la destreza de alguien que sabe un poco más que nosotros, y acabamos confiando demasiado en sus recomendaciones. Especialmente si es alguien muy cercano a nosotros, como un familiar o un buen amigo.

El que alguien tenga mucho dinero no implica que sea un experto. Que alguien invierta su dinero no implica que sea un experto. Que a alguien le haya ido bien no implica que sea un experto. Y que alguien te caiga bien no implica que sea un experto.

Conflictos de interés

Los asesores financieros que trabajan en bancos tradicionales o casas de inversión te dirán que velan por tus intereses, pero la realidad trabaja contra ellos, porque sus organizaciones les ponen incentivos que provocan, habitualmente, que no sea así.

En otras palabras, es muy probable que las recomendaciones que te hacen no sean desinteresadas y que prioricen tu beneficio, sino interesadas y que prioricen el beneficio para la organización para la que trabajan.

Los incentivos determinan los comportamientos. Hay excepciones, sí, pero son muy escasas y nada fáciles de encontrar.

Disponibilidad

Si delegas tus decisiones financieras en una persona, vas a depender de que esa persona este disponible para ti. Y las cosas cambian.

Esa persona puede cambiar de organización. Puede estar ocupada o no disponible cuando tienes que tomar una decisión importante. Puede jubilarse. Le puede atropellar un autobús.

Cuando te pones en manos de otros en algo tan importante como las finanzas, estás invitando vulnerabilidad a tu vida.

Atrofiamiento

La última implicación de nuestra lista, relacionada con la anterior, es que, cuando alguien toma las decisiones por nosotros, bajamos la guardia y perdemos el interés por aprender.

Nos atrofiamos. Nos atrofiamos en un área que está en movimiento constante. Nosotros mismos estamos en movimiento constante. Y eso aumenta la probabilidad de que las recomendaciones de ese «alguien que sabe» diverjan de lo que realmente queremos en cada fase de nuestras vidas.

Conclusión

La conclusión de todo esto es ésta: Delegar tus decisiones financieras en otra persona y renunciar a aprender tú mismo es un error.

No necesitas grandes conocimientos para invertir con criterio. Ni complejos sistemas para ahorrar. No es difícil. Sólo necesitas tener claros algunos conceptos básicos y aprender de tus decisiones y de tus errores. En muy poco tiempo, serás perfectamente capaz de tomar la mayoría de las decisiones. Y así debe ser.

¡Dale bola, Moneytimer!

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