Inversiones alternativas: ¿Son lo que parecen?

Imagen: TheDigitalArtist

Las «inversiones alternativas» están muy de moda hoy en día. Todas las casas de inversión las ofrecen como el producto que cualquier avezado inversor debería tener, porque permiten diversificar la cartera y reducir la correlación con los mercados tradicionales (acciones y bonos), sin sacrificar rentabilidad.

De hecho, a menudo las inversiones alternativas ofrecen una rentabilidad esperada superior a las acciones cotizadas en bolsa o los fondos indexados. Qué chollo, ¿no?

Quizá no tanto. Veámoslo.

¿Qué son las «inversiones alternativas»?

Las «inversiones alternativas» comprenden un amplio universo de posibilidades. Es casi más sencillo definirnas por lo que no son: No son acciones cotizadas, ni bonos, ni metálico. Son un cajón desastre en el que entran cosas como inmobiliario, hedge funds, private equity, venture capital, arte, madera, crowdlending, etcétera, etcétera.

Una característica común de las inversiones alternativas es que son productos que tienen comisiones altas. Cuesta mucho comprarlas y mantenerlas, a diferencia de los fondos indexados, por ejemplo. Y eso afecta a su rentabilidad neta.

inversiones alternativas

Sin embargo, si son opciones tan efectivas para diversificar nuestra cartera de inversión, son menos volátiles y ofrecen tan buena rentabilidad, quizá merezca la pena pagar, ¿no?

Quizá.

Pero antes de responder a esa pregunta, veamos si esos supuestos beneficios son tan reales como parecen.

El problema de la liquidez

La liquidez de una inversión es la velocidad y facilidad con la que puedes venderla y convertirla en metálico.

El dinero en tu cuenta corriente es muy líquido, porque sólo tienes que ir con tu tarjeta en el cajero y sacarlo. Las acciones cotizadas en bolsa o los fondos indexados también lo son, porque con dar una orden de venta a tu broker las puedes vender inmediatamente (durante horas de mercado, claro).

Tu casa, sin embargo, no es tan líquida. Se tardaría días, incluso meses o años en vender, dependiendo de las circunstancias de mercado.

Lo mismo sucede con las inversiones alternativas. Generalmente son bastante poco líquidas. Cuesta salir de ellas. A veces no se puede salir durante años.

Esta falta de liquidez (el no ver los precios de cotización en cada momento o cada día, como sucede con las acciones cotizadas en bolsa y fondos de inversión) hace que muchos inversores crean que las inversiones alternativas son poco volátiles, o que están descorrelacionadas de las inversiones tradicionales, y por tanto son muy buenas formas de diversificar la cartera.

¿Es realmente así?

El grado de correlación entre inversiones

La correlación es una forma de medir la calidad de la diversificación de una cartera, porque evalúa cuánto se parecen los movimientos de valor de dos inversiones. Si esas dos inversiones suben o bajan en valor simultáneamente, se puede concluir que están correlacionadas. Si no lo hacen (si una sube y la otra baja, por ejemplo, o si una sube y la otra no se mueve), se puede concluir que están descorrelacionadas.

Evidentemente, hay grados de correlación. Y cuanto mayor sea el grado de correlación, menos diversificación existe. De nada sirve tener varias cosas en tu cartera en vez de una sola, si todas ellas se mueven siempre en la misma dirección.

Si observamos qué sucedió en EEUU con la crisis del coronavirus en 2020, podemos apreciar que las acciones y el mercado inmobiliario perdieron una gran parte de su valor al mismo tiempo. Y eso indica que en situaciones de crisis, la bolsa y el mercado inmobiliario no están tan descorrelacionados como parece. Ni tampoco otras inversiones alternativas como el crowdlending, el private equity y el venture capital, porque son inversiones en empresas. Y las empresas, durante las crisis, sufren. Aunque no se vea día a día en los precios de cotización.

La volatilidad

La volatilidad mide el grado en el que cambia el valor de una inversión al cabo del tiempo. La bolsa se considera como un tipo de inversión volátil, porque el precio de las acciones se mueve mucho. Otras inversiones tradicionales, como los bonos del Estado, se consideran menos volátiles, porque se mueven menos.

Generalmente, las inversiones alternativas son ilíquidas y volátiles. El problema es que no podemos ver la volatilidad, porque no vemos los precios. Pero eso no quiere decir que su valor no fluctúe. Fluctúa y mucho, porque generalmente son inversiones de riesgo elevado.

Imagina que compras una casa en 2007 y la vendes en 2022 por un precio que es 40% superior a tu precio de compra. Un observador externo puede concluir que el precio de tu casa ha subido poco a poco de forma lineal, y que por tanto es un tipo de inversión con poca volatilidad.

Sin embargo, si hubieras puesto tu casa en venta todos los años desde que la compraste en 2007, las ofertas que habrías recibido cada año habrían sido, con toda probabilidad, muy distintas. En 2009 te habrían ofrecido un precio mucho menos que tu precio de compra, y en 2020 te habrían ofrecido un precio muy distinto al que te ofrecen en 2022.

Es volátil. Lo que pasa que no se ve, porque no ves los precios en la pantalla día a día como en la bolsa. Y por tanto, no experimentas tanto esa volatilidad. Pero existe.

Lo mismo sucede con las otras inversiones alternativas. Parecen poco volátiles, pero lo son. Si te atraen como opción de inversión, adelante. Pero ten los ojos bien abiertos sobre su grado de correlación y su volatilidad. El no tener datos sobre ello no significa que debas asumir que el riesgo no existe.

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