Las diferentes caras del riesgo

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Hoy vamos a hablar del concepto de riesgo. Y en concreto, de las diferentes caras del riesgo.

Éste es un tema que tiene mucha miga, así que vamos a centrarnos en una serie de principios básicos sin complicarnos demasiado la vida.

El riesgo es una idea con la que todos nosotros interactuamos de forma habitual. Cuando pensamos en si debemos hacer algo, el riesgo es un elemento que tenemos muy en cuenta. Y cuando nos decidimos a hacerlo, ese riesgo que antes estaba en nuestra cabeza se traslada a la realidad (y se materializa, o no).

Sin embargo, aunque el riesgo sea algo que todos tenemos en cuenta, cada uno de nosotros lo contemplamos de una forma muy personal, por dos razones:

  • En primer lugar, nuestra perspectiva sobre el riesgo es un reflejo de nuestra personalidad, vivencias y circunstancias particulares, y como tal cada uno de nosotros tenemos una tolerancia al riesgo diferente. Por ejemplo, si tienes un carácter osado y te has criado en una tribu salvaje, apreciarás el riesgo de subir a un árbol de una manera muy distinta que si eres un urbanita con la tensión baja y una personalidad conservadora y apacible.
riesgo

Vale, ése era un ejemplo un poco extremo, pero seguro que captas la idea.

  • En segundo lugar, el riesgo tiene muchas caras diferentes, y cada uno de nosotros tiende a concentrarse más en algunas de esas caras que en otras.

Vamos a centrar la atención en este segundo punto, porque es muy interesante para entender por qué enfocamos algunas de nuestras decisiones financieras de ciertas maneras.

Las diferentes caras del riesgo

Empecemos por la definición más básica. Una que seguro que casi todos suscribimos:

Riesgo es la probabilidad de que las cosas no vayan como yo quiero.

Difícil no estar de acuerdo, ¿verdad?

Pero claro, cuando hacemos un poco de zoom con la cámara e intentamos definir lo que eso significa exactamente, las cosas se empiezan a complicar un poco.  Y es que esa definición general de antes tiene muchas caras.

Veamos algunas de ellas.

Cara 1 del riesgo: La pérdida  

La primera cara del riesgo es perder. El tener una cosa y después ya no tenerla.

Ese aguijón pica. Y pica mucho. Como los psicólogos han descubierto hace mucho tiempo, perder pica mucho más que no ganar.

pérdida

Esta “aversión a la pérdida” provoca que nos veamos naturalmente inclinados a tomar decisiones que no redundan en una buena salud financiera. Por ejemplo:

  • Gastar en exceso y no ahorrar (porque no queremos perdernos la sensación de disfrute asociada a la compra), o
  • Ahorrar, pero no invertir (porque no queremos perder dinero si la inversión sale mal).

Un gran número de personas centra su atención en esta cara 1 del riesgo y por eso deciden así. Y al decidir así creen que evitan el riesgo en su totalidad.

Pero hay un pequeño problema: El riesgo tiene más caras.

Cara 2 del riesgo: La volatilidad

Otra de las caras del riesgo es la volatilidad. Aquí ya no estamos hablando tanto de que se produzca una pérdida, sino de que se produzcan altibajos. Altibajos que aumentan nuestra sensación de incertidumbre.

Este concepto de volatilidad tiene aplicación más allá de las finanzas. Por ejemplo, digamos que estás contemplando dar un giro a tu carrera profesional y especializarte en otro campo.

Un movimiento de ese estilo provocará una mayor volatilidad en tu día a día con respecto a tu anterior trabajo: Habrá días en los que te salgan las cosas bien, que obtengas resultados y veas el camino claro, y habrá días en los que te salgan las cosas menos bien y lo veas todo negro.

Y si no te gusta nada esa sensación de volatilidad, puede que decidas no dar ese giro profesional. Lo mismo que si inviertes tu dinero en algo que da muchos bandazos arriba y abajo.

volatilidad

Sin embargo, hay un elemento que puede amortiguar mucho esa sensación de volatilidad, que es el tiempo: Nuestra capacidad de ser pacientes y esperar.

¿Por qué? Porque si tenemos convicción de que esa decisión va a dar buenos resultados a largo plazo, podremos tolerar mejor esos vaivenes de corto plazo. El “riesgo percibido” ya no será tan grande, porque nuestra visión se centra en un horizonte más lejano en el que tenemos confianza.

Pero claro, debemos tener (o crear) esa capacidad de esperar.

Cara 3 del riesgo: El coste de oportunidad

Una tercera cara del riesgo es lo que llamamos el coste de oportunidad, y es algo que a menudo pasamos por alto.

El coste de oportunidad es, básicamente, la alternativa que pierdes por haber elegido otra.

Si decides quedarte durmiendo, pierdes la oportunidad de ir al gimnasio. Si decides estudiar derecho, pierdes la oportunidad de estudiar arte. Si decides comprarte una casa de veraneo, pierdes la oportunidad de visitar más sitios (no necesariamente, pero casi siempre sucede así). Y si decides gastar, pierdes la oportunidad de ahorrar e invertir.

alternativa

La dificultad de prestar atención al coste de oportunidad se encuentra en que nuestro cerebro no tiende a asimilar esa oportunidad perdida como una pérdida real, porque es algo que, en un sentido estricto, nunca hemos tenido. Pero sí es algo a lo que estamos renunciando y, en ese sentido, sí que es una pérdida.

Cara 4 del riesgo: Las consecuencias de no hacer nada

La cuarta cara del riesgo es otra gran desconocida, pero existe. Vaya si existe. Y no es otra que las consecuencias de no hacer nada.

A menudo tendemos a pensar que el riesgo sólo existe si hacemos algo. Si damos este paso puede pasar esto, o si damos aquel paso puede pasar aquello. Y asumimos, alegremente, que si no hacemos nada nos libramos de cualquier riesgo.

riesgo

Pero de eso nada, monada. Quedarse quietos también tiene riesgos, y nos conviene muy mucho tenerlos en cuenta si queremos tomar mejores decisiones.

Por ejemplo, digamos que quieres mejorar tu salud financiera, pero te intimida invertir porque no quieres perder (cara 1 del riesgo) o no quieres volatilidad (cara 2 del riesgo). Así que ahorras, pero dejas el dinero en la cuenta corriente y te quedas tranquilo, porque tienes la sensación de que no estás corriendo ningún riesgo.

Sin embargo, ese “no hacer nada” no es neutro, porque también tiene sus consecuencias:

  1. Los precios de las cosas suben con el tiempo (inflación), así que tu dinero ahorrado cada vez vale menos. Eso es una pérdida (cara 1 del riesgo), y además es segura mientras exista inflación
  2. Si tu dinero ahorrado no está invertido, tendrás mayor tentación de gastarlo en experiencias que te ofrecen placer inmediato
  3. Al no invertir, no estás mejorando tu tolerancia a la volatilidad en las inversiones (cara 2 del riesgo). Y en general, no estás formando buenos hábitos financieros, lo cual es más difícil cuanto más tiempo pasa (efecto inercia)
  4. Al no invertir, te haces más dependiente de ayudas externas como la pensión pública, herencias, etcétera, etcétera, para sufragar los gastos de tu jubilación y sacrificas tu independencia (cara 3 del riesgo).

Como puedes ver, a veces las cosas no son tan sencillas como parecen. Hay ramificaciones que debes considerar para tomar buenas decisiones, y para ello es bueno que tengas en cuenta todas las caras del riesgo.

Y aquí termina el post de hoy. Un poco largo, lo sé, pero con ideas súper importantes para tu salud financiera.

Si quieres seguir aprendiendo sobre cómo sacarle el máximo partido al dinero, consulta la sección #Dinero,¡atrabajar!.

¿Quieres seguir aprendiendo sobre el riesgo para poder tomar mejores decisiones?

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