¿Tu sentido de identidad te ayuda o te perjudica?

Imagen: Pixabay

Todos tenemos un sentido de quiénes somos. La forma en la que nos vemos a nosotros mismos, fruto de la educación que hemos recibido, el entorno en el que nos hemos movido y las experiencias que hemos vivido. «Yo soy así», decimos. Y ese sentido de identidad condiciona muchas de nuestras decisiones.

Lo interesante de este asunto es que muchos de nosotros tendemos a aferrarnos a esta identidad de manera bastante inflexible. Nos empeñamos en no cambiar nuestras creencias ni cuestionar lo que tiene más sentido hacer, porque sería como ser inconsistentes con nosotros mismos.

Y claro, eso, en un mundo en constante cambio, donde las reglas anteriores se sustituyen por otras nuevas en un santiamén, tiene sus consecuencias.

«Sé tú mismo»

Una de las recomendaciones que más oímos cuando estamos intentando conseguir algo, es «sé tú mismo».

Es una recomendación que tiene tanto éxito porque nos deja tranquilos, por la sencilla razón de que no tenemos que hacer nada. Sólo ser tal y como somos. Y confiar en que el universo, en su infinita sabiduría, arreglará las cosas para darnos «lo que nos merecemos» por nuestra cara bonita.

identidad
Imagen de Kanenori

Es una recomendación que está anclada en la premisa de que aferrarnos a nuestra identidad es bueno en cualquier circunstancia.

Pero, a pesar de su popularidad, es una de las recomendaciones menos acertadas que existen.

¿Por qué?

Porque hay veces en las que nuestra identidad – cómo somos y en qué situación estamos – nos ayuda a conseguir lo que queremos, pero hay veces que no. Y cuando no nos ayuda, aferrarnos a ella no produce los mejores resultados.

Esto es así en muchas dimensiones de la vida, pero es particularmente cierto en las finanzas. Nuestras decisiones financieras están largamente determinadas por cómo nos vemos a nosotros mismos. Y a menudo actuamos para mantener la consistencia con esa imagen, a pesar de que las circunstancias a nuestro alrededor hagan conveniente que nos adaptemos.

Puede que nunca hayas tenido particular interés en ahorrar porque crees que el Estado cuidará de ti en la jubilación, pero las circunstancias son distintas ahora.

Puede que nunca hayas tenido particular interés en explorar otras vías de generación de ingresos porque confías en que tu puesto de trabajo está a salvo, pero las circunstancias son distintas ahora.

Puede que nunca hayas considerado vivir de alquiler porque crees que es tirar el dinero, pero las circunstancias son distintas ahora.

Puede que nunca hayas creído que invertir tus ahorros corriendo algo de riesgo es necesario, pero las circunstancias son distintas ahora.

Puede que nunca hayas creído que tiene sentido invertir en alternativas que no sean activos financieros muy conocidos, como las inversiones ilíquidas, pero las circunstancias son distintas ahora.

El mundo está cambiando rápidamente, y nuestras creencias y comportamientos deben cambiar con él si queremos conseguir nuestros objetivos. Y eso implica que nuestra identidad debe ser «flexible».

Ahora bien, ¿qué significa eso exactamente?

Cómo flexibilizar tu identidad

Flexibilizar nuestra identidad no es sencillo. A menudo asociamos esa idea con «traicionarnos a nosotros mismos». Y por eso debemos hacer una importante diferenciación.

Hay aspectos de nuestra identidad que debemos proteger con mayor celo, porque inciden en el tipo de persona que queremos «ser».

Los valores.

Integridad. Lealtad. Crecimiento. Libertad. Familia. Amistad. Valentía. Sinceridad. Colaboración. Esfuerzo. Paciencia.

Imagen de TheDigitalArtist

Entre esos y muchos otros, habrá algunos que elijas adoptar como prioritarios. Habrá otros que adoptes como secundarios. Y habrá otros que prácticamente no tengan representación en tu vida.

Los valores que eliges adoptar son tu esencia. Las líneas básicas que marcan el tipo de persona que quieres ser. Eso es algo que, una vez adoptado, conviene que preserves, porque representa una brújula en la que siempre puedes confiar en momentos de incertidumbre.

Sin embargo, hay otros aspectos de nuestra identidad que no son tan importantes, y que inciden no tanto en lo que queremos «ser» sino en lo que queremos «hacer» y «cómo lo queremos hacer».

En finanzas, por ejemplo, serían cosas como:

  • Cómo gastamos
  • Qué objetivos financieros nos ponemos
  • Con qué horizonte temporal funcionamos
  • Cómo generamos ingresos
  • Cuánta liquidez para emergencias mantenemos
  • En qué invertimos
  • Etcétera

Es aquí donde debemos ser flexibles. Cuando el mundo cambia a nuestro alrededor, conviene que nos planteemos si lo que queremos hacer y cómo queremos hacerlo tiene sentido, sin cruzar las líneas rojas de nuestros valores prioritarios.

¡Dale bola, Moneytimer!

Si quieres acceder a contenidos similares, consulta nuestra sección #Estilodevida.

¿Quieres seguir desarrollando una mentalidad financiera ganadora?

.

🌍Estilo de Vida — otros posts