El capitalismo se ha implantado en Occidente como el sistema de organización económica más habitual. Como comentamos en este post, este sistema tiene muchas ventajas en lo que a desarrollo económico se refiere, porque proporciona al individuo los incentivos adecuados para apostar por un futuro mejor y asumir los riesgos necesarios para ello.
Sin embargo, no todo es perfecto. Hay algunas prácticas que el sistema capitalista ha generado que no son necesariamente buenas o deseables. La buena noticia es que el capitalismo suele ir aparejado de un alto grado de libertad de comportamientos, y eso hace que esté largamente en nuestras manos aceptar participar en esas prácticas, o no.
Veamos algunas de ellas que merecen ser cuestionadas.
1. Es necesario trabajar 40 horas a la semana
Muchos hemos crecido con el convencimiento de que para cumplir con nuestro cometido en el trabajo es necesario trabajar, como mínimo, 40 horas a la semana. En algunas profesiones, como la consultoría o el sector financiero, el estándar es bastante superior.
Esto, curiosamente, es un fenómeno muy reciente en la historia. No siempre ha sido así, ni mucho menos. Pero lo peor de todo es que hay evidencia creciente de que no es necesario, porque las largas jornadas de trabajo impactan negativamente la satisfacción profesional y la productividad.
Islandia, por ejemplo, hizo una serie de experimentos para reducir las jornadas oficiales de trabajo a 35-36 horas durante 2015-2019 con resultados muy satisfactorios, lo que provocó que la mayoría de los empleados las adoptaran sin reducción de ingresos. Otros países han empezado a imitar ese cambio, pero el progreso es muy lento.
La productividad es lo que debe marcar la duración de la jornada laboral, no un número de horas arbitrario anclado en la tradición cultural. Si eres una persona productiva, te conviene un tipo de empleo que funcione de esa manera.
2. Si eres pobre, es porque eres vago
Otra de las ideas asentadas del capitalismo que muchas personas continúan creyendo es que si trabajas duro, conseguirás resultados. Y si no obtienes resultados, es porque no trabajas lo suficiente. En otras palabras, porque eres un vago.
Este tipo de ideas se refuerzan en historias de personas de entornos desfavorables que consiguieron hacerse millonarios montando negocios. El problema es que este tipo de historias son muy poco frecuentes, aunque sean las que se publicitan.
Las investigaciones demuestran que el factor más potente a la hora de determinar por qué una persona es pobre es que sus padres fueran pobres. Es indudable que el sistema capitalista favorece las oportunidades, pero las circunstancias en las que una persona nace y crece siguen teniendo muchísimo peso en el resultado.
El esfuerzo no resuelve todo. La suerte pesa, y mucho.
3. Es el mercado quien debe decidir lo que es mejor
Otra idea muy asentada en el sistema capitalista es que el mercado debe elegir libremente cómo funcionan las cosas, porque así se maximizará la eficiencia en el uso de los recursos para el conjunto de la sociedad.
Y sí, aunque esta idea tiene su mérito desde un punto de vista teórico, en la práctica necesita de múltiples matices para conseguir estabilidad social.
Por ejemplo, en un mundo globalizado y de libre movilidad resultaría muy fácil para las grandes empresas despedir a los empleados que consideran que son demasiado caros y sustituirlos por empleados de otros países que están dispuestos a trabajar por menos. Pero eso generaría una incertidumbre insostenible en la vida de los trabajadores. Por eso la figura de los sindicatos es beneficiosa para proporcionar estabilidad y evitar la vulneración de sus derechos.
Al mismo tiempo, por muy atractivo que sea el producto de una empresa y por mucho que el mercado quiera comprarlo, si las prácticas de esa empresa no son éticas sería deseable una intervención externa para evitar que esas prácticas se sigan produciendo.
La historia demuestra que el libre mercado facilita la optimización en la asignación de recursos, pero a medida que la sociedad va evolucionando hacia principios más elevados que el mero enriquecimiento económico, las intervenciones de ajuste (habitualmente a través del Estado) son deseables.
El problema es que esas intervenciones a veces no son atinadas porque responden a intereses políticos y ambiciones personales. Sin embargo, la tecnología y las redes sociales hacen que cada vez sea más difícil realizar intervenciones indebidas con impunidad, y así debe ser.
4. Sin vivienda en propiedad no has alcanzado el éxito
El último mandamiento cuestionable del capitalismo en nuestra lista es que debes tener una vivienda en propiedad. Y si no es así, eres un paria y un perroflauta.
Esta idea tiene todavía un peso enorme en la mentalidad de la sociedad occidental, a pesar de lo cuestionable que resulta desde el punto de vista financiero y vital. El objetivo principal de muchísimas personas cuando entran en la década de los 30 es comprar un piso, cueste lo que cueste.
El acceso a la vivienda en propiedad se ha debilitado significativamente en las últimas décadas como consecuencia de la globalización, que ha incrementado la demanda internacional de viviendas en las zonas más deseables y provocado un efecto rebote en otras zonas, y el estancamiento de los sueldos y salarios de los trabajadores.
Tener una vivienda en propiedad en nuestros días exige un compromiso financiero muchísimo mayor que antaño, en un entorno en el que nuestra estabilidad profesional es menor por la disrupción tecnológica.
Y lo más importante de todo, no tenemos por qué hacer de una vivienda en propiedad un símbolo de éxito. Es, simplemente, una decisión más, que nos puede convenir, o no. El éxito se puede definir con otras métricas más saludables, como la flexibilidad laboral, el control sobre tu tiempo, la calidad de tus relaciones y el significado vital.
Ahí tienes, 4 ideas del capitalismo que probablemente conviene cuestionar. ¡Dales bola, Moneytimer!
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Moni 
