Los grandes enemigos de tu salud financiera: Impuestos

Imagen: Niek Verlaan

En el primero de esta serie de posts sobre los principales enemigos de tu salud financiera, hablamos de la inflación: Ese bichito invisible que se va comiendo nuestros ahorros poco a poco sin que nos demos cuenta. En esta segunda parte vamos a hablar de otro gran enemigo: Los impuestos.

Los impuestos son inevitables. Como decía Benjamin Franklin, «sólo hay dos cosas seguras en esta vida: La muerte y los impuestos«. Y además de ser inevitables, son muy necesarios. Muchos de los servicios que mejoran nuestra calidad de vida, el mantenimiento de la ley y el orden y el cuidado de colectivos desprotegidos son posibles gracias a los impuestos.

Recientemente, en España ha habido un agitado debate en torno a si la cantidad de impuestos que pagan los españoles son excesivos. Quizá lo sean o quizá no. Pero lo que es incuestionable es que los impuestos representan uno de los mayores obstáculos en el camino hacia la salud financiera, porque es un montante muy importante de dinero que sale todos los años de nuestro bolsillo.

Para el bien común, podrás decirme. Y seguro que tienes razón. Pero es dinero que dejas de percibir y que limita tus posibilidades vitales. Así que veamos qué se puede hacer para mejorar un poco las cosas, con un par de ideas que seguro que te resultan muy interesantes.

1. Fiscalidad del trabajador vs. Fiscalidad del inversor

Una de las revelaciones más importantes de este mundo de los impuestos es que no todos los tipos de ingresos tributan igual. Y una de las diferencias más grandes se produce en los ingresos del trabajo frente a los ingresos (o la rentabilidad) de las inversiones.

Dicho de una manera muy sencilla: Los ingresos del trabajo atraen, como promedio, mayor carga impositiva. En otras palabras, el trabajador medio (sea por cuenta ajena o propia) paga más impuestos por euro ingresado vía sueldo que alguien que obtiene sus ingresos vía rentabilidad de sus inversiones.

¿Tiene eso algún sentido?

Da igual. Es lo que es. Ha sido así durante mucho tiempo y seguirá siendo así durante más tiempo.

Esta idea es muy potente porque puede ayudarte a ampliar tu mentalidad con respecto a qué tipos de fuentes de generación de ingresos tiene sentido construir.

Piénsalo. Si te dedicas a trabajar a destajo durante el resto de tu vida sin diversificar tus fuentes de ingresos, pagarás más impuestos que si ahorras, inviertes y generas parte de tus ingresos vía rentabilidad de tus inversiones.

En otras palabras, invertir te permite reducir la cantidad de euros que sale de tu bolsillo hacia las arcas del Estado, y por tanto avanzar más rápido hacia la salud financiera, y eventualmente la libertad financiera.

impuestos
Imagen de John Howard

Y no sólo eso. Si una parte de tus ingresos se genera vía rentabilidad de tus inversiones, sin que tú tengas que dedicarle apenas tiempo (lo que se conoce como “ingresos pasivos”), tendrás más flexibilidad a la hora de diseñar el tipo de dinámica de trabajo – y de vida – que más te satisface.

Por ejemplo, tendrás más opciones de hacer un trabajo que te guste más, aunque esté peor remunerado, o de solicitar una reducción de jornada a cambio de disponer de más tiempo libre.

Como ves, los beneficios de progresar en el camino a la salud financiera son muchos más de los que puede parecer a primera vista. Cuanto más te adentres en ese camino, más de ellos podrás descubrir.

2. Diferir el pago de impuestos en el tiempo

Uno de los grandes errores que solemos cometer es querer materializar la rentabilidad de nuestras inversiones lo más rápido posible. Es humano. Queremos ver el dinero en la cuenta, libre de riesgos. Pero cada vez que eso sucede, tenemos que pagar impuestos. Y eso reduce el importe que nos queda disponible para volver a invertir.

Por ejemplo, imagina que Juan y Ana invierten 10.000 euros cada uno en un fondo que da una rentabilidad del 5% el primer año y un 8% el segundo año.

Juan decide monetizar su rentabilidad inmediatamente. El primer año vende el fondo y cristaliza sus ganancias de 500 euros. Al hacerlo, debe pagar impuestos (asumamos una tasa impositiva del 20% de las ganancias) por 100 euros (20% de 500). Eso implica que dispone de 10.400 euros para invertir el segundo año (10.000 + 500 – 100).

El segundo año Juan invierte los 10.400 euros de los que dispone y obtiene un 8% de rentabilidad (832 euros). Vuelve a vender y tiene que pagar impuestos por 166,4 euros (20% de 832), con lo que le quedan 11.065,6 euros limpios (10.400 + 832 – 166,4).

Ana, en cambio, decide no monetizar sus ganancias tan pronto y esperar hasta el final. El primer año obtiene la misma rentabilidad que Juan (500 euros), pero no vende y reinvierte las ganancias. Ello le permite invertir 10.500 el segundo año y obtener una rentabilidad de 840 euros. Al final del segundo año vende y debe pagar un 20% de impuestos por la totalidad de sus ganancias (500 + 840), con lo que paga impuestos de 268 euros.

En resumen:

  • Juan: Ganancia neta de 1.065,6 euros (500 – 100 + 832 – 166,4)
  • Ana: Ganancia neta de 11.072 euros (1.340 – 268)

Si te fijas, Ana paga más impuestos que Juan (268 vs. 266,4), pero eso da igual, porque obtiene una ganancia neta (dinero en su bolsillo) mayor.

¿Y por qué?

Porque ha diferido el pago de impuestos en el tiempo. Al no vender en el año 1 ha evitado el pago de impuestos y ha conseguido reinvertir una mayor cantidad que Juan en el año 2. Y por eso ha conseguido mayores ganancias netas, a pesar de pagar más impuestos.

Recuerda: El pago de impuestos, cuanto más tarde mejor. Eso te permitirá que el interés compuesto trabaje a tu favor, porque podrás reinvertir mayores cantidades.

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¿Quieres seguir aprendiendo a superar los obstáculos que te separan de la salud financiera?

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