¿Somos racionales al invertir?

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Uno de los debates más interesantes sobre el comportamiento humano es si actuamos principalmente guiados por la razón o si hay factores que distorsionan la manera en la que vemos las cosas y nos alejan del camino de la lógica. En otras palabras, ¿somos realmente racionales?

Hay una gran variedad de opiniones al respecto. Pero es probablemente cierto que el que seamos más o menos racionales a la hora de tomar decisiones depende de muchas cosas. Depende del contexto, de las características de la persona, del tipo de decisión de la que se trata y de muchos otros factores.

Por ejemplo, ¿cómo solemos tomar decisiones de inversión?

Si alguna vez has comprado y vendido acciones en bolsa, es muy posible que hayas actuado en base a sentimientos y emociones y no tanto en base a datos empíricos y realidades objetivas.

Puede que pienses que no es así, pero eres humano. A veces compras porque ves a un supuesto experto recomendando que la gente compre. A veces vendes porque el precio baja y te entra miedo de perder lo que has ganado. A veces compras para contárselo a los demás. Y a veces compras o vendes por un pálpito que das por bueno, sin tener información suficiente.

racionales

Pues bien, el mundo de las finanzas no es ajeno a estos fenómenos. Existe una disciplina denominada «Finanzas Conductuales» que se centra en analizar todos estos elementos, por qué se producen y cómo podemos gestionarlos para tomar mejores decisiones.

Las finanzas convencionales

La rama de las finanzas tiene unos cuantos años de historia. Y no es de extrañar que existan multitud de teorías y modelos que usan datos objetivos con la intención de predecir cómo los mercados se comportarán en ciertas circunstancias, como la teoría de los mercados eficientes, el modelo CAPM, y muchos otros.

El problema de estos modelos tan supuestamente perfectos desde el punto de vista matemático es que asumen ciertas cosas sobre el comportamiento de los inversores que son, cuando menos, cuestionables. Por ejemplo:

  • Que siempre tienen información veraz y completa
  • Que toleran cierto nivel de riesgo y ese nivel no cambia con el tiempo ​
  • Que siempre actuan de forma racional

Y esto no suele ser la forma en la que nosotros, pobres mortales, nos comportamos en la vida real. De manera que los investigadores empezaron a advertir que se producían desviaciones con respecto a lo que los modelos predecían que iba a ocurrir.

¿Cuál es la explicación?

La psicología humana es complicada. El comportamiento está expuesto a muchas influencias diferentes y no siempre es sencillo predecir cuál pesará más que cuál.

Sin embargo, saber a qué «sesgos cognitivos» solemos estar expuestos a la hora de invertir puede ayudarnos mucho a identificar cuándo y por qué nos podemos estar desviando del camino estrictamente racional.

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Veamos algunos de los sesgos que suelen estar presentes en el campo de las inversiones.

Sesgo de disponibilidad

Existe evidencia de que las personas tienden a favorecer invertir en las empresas que salen en las noticias o cuyos productos o servicios utilizan con mayor frecuencia. Es decir, empresas que «suenan más«.

Pero eso no tiene por qué implicar que las acciones de esas empresas sean una buena inversión. Hay otros factores mucho más importantes que ése, como sus resultados financieros y expectativas de futuro, su equipo gestor, la valoración de la empresa vs. el precio de mercado, la estrategia de la competencia, etcétera, etcétera.

Sesgo nacional

Los españoles tendemos a invertir en empresas españolas con mayor frecuencia que en empresas extranjeras, aunque los mercados internacionales hayan proporcionado históricamente mayor rentabilidad que el mercado español.

Sesgo de consistencia

Una vez que nos hemos comprometido con una decisión, especialmente si la hemos comentado con los demás, nos resulta muy difícil revertirla aunque los hechos sugieran que debemos hacerlo. Es el clásico caso de cuando compramos acciones en una empresa con una visión optimista, pero las expectativas empeoran y nos resistimos a vender porque nos aferramos a nuestra visión original.

Sesgo de anclaje

Muy a menudo nos anclamos a un punto de referencia totalmente arbitrario que marca nuestras decisiones de futuro. Es el caso de no querer vender a un precio inferior al precio al que hemos comprado, a pesar de que los datos no presagien recuperación probable en el precio de la acción.

Coste hundido

Cuando empleamos tiempo y esfuerzo en analizar una posible inversión, nos cuesta mucho no llevarla a cabo porque tenemos la sensación de que estaríamos tirando todo ese tiempo y esfuerzo empleado a la basura. Pero eso no tiene nada que ver con las conclusiones de si la inversión es buena o mala.

Exceso de confianza

Cuando una inversión nos sale bien, tendemos a pensar que ha sido fundamentalmente consecuencia de nuestras grandes habilidades, en lugar de considerar que la suerte haya podido tener un gran papel en el resultado. Y eso nos lleva a adentrarnos en otras inversiones con el convencimiento de que tenemos un don especial que otros no tienen.

Cómo podemos minimizar la influencia de los factores «no racionales»

Los sesgos cognitivos y las emociones están siempre ahí. Es muy difícil librarse de ellos, porque son inherentes a nuestra naturaleza humana. Por eso, la forma más simple y efectiva para minimizar su impacto es invertir con una estrategia que reduzca al máximo la cantidad de decisiones que debemos tomar por el camino.

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Cuantas más decisiones, más probabilidad de que nos veamos influenciados por factores poco racionales.

En otras palabras, debemos diversificar y automatizar.

¿Cómo podemos hacer esto?

Por ejemplo, usando un roboadvisor que invierta nuestros ahorros de forma automática en fondos de inversión diversificados en base a nuestro perfil de riesgo, sin que tengamos que hacer nada. El roboadvisor funciona con datos y algoritmos, y no se ve afectado por emociones o sesgos cognitivos.

Otra forma de hacerlo es definir nuestro plan de inversión en frío, decirnos a nosotros mismos lo que vamos a hacer cada mes/año y despues ejecutarlo sin que nos tiemble el pulso, pase lo que pase.

Esto es más fácil de decir que de hacer (recuerda la frase de Tyson: Todo el mundo tiene un plan hasta que le dan un puñetazo en los dientes«), pero si automatizas el proceso y te despreocupas es perfectamente posible.

En cualquier caso, hagas lo que hagas, quédate con esto: No somos tan racionales tomando decisiones como podemos llegar a pensar.

¡Dale bola, Moneytimer!

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