Por qué la inflación hace daño a una empresa

Imagen: Steve Buissinne

La inflación es algo que todos notamos en nuestros bolsillos. Lo que antes costaba 1 euro, ahora cuesta 1.15, 1.20 o 1.50 euros. Y muchas veces pensamos: Esa empresa o aquella empresa se está beneficiando, porque nos está cobrando más.

¿Cuántas veces hemos oído críticas a los supermercados por subir los precios de los alimentos, con el argumento de que están obteniendo beneficios a costa del consumidor?

Muchas, ¿verdad? Y lo mismo con las compañías eléctricas, la hostelería, los fabricantes de electrodomésticos, etcétera, etcétera.

La pregunta es: ¿Se están realmente beneficiando las empresas de la inflación? ¿Es la inflación algo bueno para ellas?

Veámoslo.

La empresa de café

Imagina que tienes una cadena de tiendas de café y facturas 5 millones de euros al año, con unos costes de 4 millones. El beneficio de tu empresa, por tanto, es 1 millón de euros al año.

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Imagen de Engyn Akiurt

Si la inflación fuera 0% y nada cambiara, obtendríamos el mismo beneficio todos los años.

¿Y si la inflación fuera 10% anual?

Veamos.

La primera consecuencia en nuestro negocio es que nuestros costes aumentarían, porque el precio de las cosas sube. Alquiler, materias primas, luz, salarios, etcétera. Imaginemos que todos esos costes suben en línea con la inflación, un 10% de media, con lo que nuestro coste anual pasa de 4 millones a 4,4 millones de euros.

Consecuencia: Si no subimos los precios de venta de nuestro producto, nuestro beneficio se reduciría. Pero… ¿podemos subir precios sin impactar negativamente la demanda de nuestro café?

Ésa es la primera gran disquisición que plantea la inflación: Cuánta sensibilidad tiene la demanda del producto de una empresa al precio. Si a nuestros clientes les encanta nuestro café, quizá podamos subir los precios un 10% para compensar la subida de nuestros costes, pero cuando hay competencia y los clientes pueden comprar los productos de nuestros competidores en vez de los nuestros, no es tan sencillo.

Pero bueno, imaginemos que podemos hacerlo sin impactar la demanda. Subimos los precios del café un 10% y obtenemos unos ingresos de 5,5 millones. Así que ahora tenemos unos beneficios de 1,1 millones (5,5 de ingresos – 4,4 de costes).

Todo bien, ¿no? Nos va mejor que antes.

¿O no?

El problema del capital

El problema del análisis anterior es que es demasiado simplista, porque enmascara una variable importante en el rendimiento de una empresa: El capital.

Nuestra cadena de tiendas necesita capital para operar. Necesita recursos. Necesita inventario (granos de café, vasos, azúcar, leche, etcétera) y necesita activos fijos (maquinaria, locales, etcétera).

Cuando la inflación es elevada, el importe que necesitamos para reemplazar el inventario y los activos fijos que necesitamos constantemente para operar el negocio con normalidad, también sube.

En otras palabras, tenemos que reinvertir más dinero que antes en el negocio para continuar funcionando exactamente igual que antes. Y eso es dinero que no podemos sacar del negocio para obtener rentabilidad como accionistas, o que no podemos invertir para expandir o mejorar los procesos existentes.

No, tenemos que invertirlo para mantener las cosas como están.

Imagina que nuestra cadena de tiendas opera con 3 millones de euros de capital. Si obtenemos un beneficio de 1 millón, la rentabilidad del negocio sobre el capital invertido es 33% (1 millón de beneficio / 3 millones de capital).

¿Qué ocurre si la inflación es el 10%?

Que el capital necesario para operar el negocio sube. Ahora es 3,3 millones en lugar de 3 millones. Es decir, necesitamos reinvertir en el negocio 300.000 euros más para comprar la misma cantidad de inventario y activos fijos que antes.

¿Y de dónde sale eso?

De nuestro beneficio, claro.

Si nuestro beneficio con inflación es 1,1 millones, tendríamos que destinar 300.000 euros a mantener la base de capital necesaria para operar, y sólo quedarían 800.000 euros de ese beneficio para nosotros como accionistas (frente a 1 millón de beneficio sin inflación).

Si tenemos la capacidad de subir precios a nuestros clientes en 10% para compensar la inflación, nuestros ingresos subirían en 10%. Pero eso no es suficiente, porque nuestro beneficio como accionistas caería un 20% con respecto a la situación pre-inflación.

Aún peor, esos 800.000 euros de beneficio valen menos en términos reales, porque los precios de las cosas han subido un 10%. En otras palabras, cada euro de esos 800.000 euros de beneficio con inflación puede comprar menos cosas que cada euro del millón de beneficio sin inflación. El valor real de nuestro beneficio, por tanto, no es 800.000, sino 800.000/1.1 = 727.000 euros.

Eso, en el contexto de 3 millones de euros de capital invertido en términos reales, es una rentabilidad sobre el capital del 24% (727.000/ 3 millones), sustancialmente por debajo del 33% de rentabilidad sobre el capital que obtendríamos en un escenario sin inflación.

Conclusión

Cuando vemos que los precios suben en un contexto de elevada inflación, puede que concluyamos que las empresas se están beneficiando de la situación, pero eso no suele ser cierto.

Las empresas (y sus accionistas) sufren con esta situación, no se benefician de ella. Porque no suelen poder subir los precios de venta sin dañar la demanda, y además tienen que reinvertir una parte mayor de sus beneficios para mantener la base de capital, con lo que su rentabilidad real disminuye.

¡Dale bola, Moneytimer!

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