¿Cuál va primero? ¿Acción o motivación?

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Cuando nos sentimos perezosos y apáticos, encontrar la motivación para hacer algo no es una tarea fácil, ¿no es así?

En el mundo de la psicología del comportamiento, hay un fenómeno muy poderoso que se conoce con el nombre de «efecto inercia». El efecto inercia se refiere a la propensión que tenemos a seguir haciendo las cosas como las hemos venido haciendo hasta ahora, y se ancla en nuestra reticencia natural a abordar los cambios.

Para la gran mayoría de personas, romper el «status quo» y hacer algo diferente cuesta, lo que favorece la procrastinación (la costumbre de retrasar tareas) y el que nos resulte difícil conseguir objetivos.

motivación
Imagen de Shri ram

Una de las grandes causas de este bloqueo es nuestra creencia de que para pasar a la acción y ponernos a hacer lo que debemos hacer, primero debemos reunir la motivación necesaria. Que el único orden en el que fluye la energía es éste:

Primero motivación. Después acción.

Esto puede sonar tremendamente intuitivo a primera vista. Por eso tendemos a creernoslo a pies juntillas. Pero tiene dos inconvenientes:

  • El primero de ellos es que no es muy práctico, porque no es nada fácil encontrar motivación, así sin más. Seguro que has experimentado esta dificultad más de una vez.
  • El segundo de ellos es que ése no es el único modo en el que fluye la energía. Hay otro modo mucho más efectivo y práctico que nos conviene mucho entender y explorar.

Veámoslo.

El principio acción-motivación

Contrariamente a lo que podemos pensar, el orden que mejores resultados tiene no es primero la motivación, después la acción.

Es el inverso.

Primero la acción, después la motivación.

Uno de los grandes secretos de la motivación es que su campo más fértil para germinar no suele ser el pensamiento, sino la acción. La motivación no es sólo la fuente de la acción, sino también la consecuencia de ésta.

En otras palabras, actuar produce motivación.

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Si reflexionamos sobre lo que esto significa en la práctica, podemos llegar a conclusiones muy interesantes.

Imagina que has cogido peso y que quieres adelgazar un poco. Estás tumbado en el sofá y piensas: «Tengo que bajar 3 kilos y para eso voy a tener que hacer un montón de ejercicio y privarme de muchos caprichos en la dieta durante bastante tiempo.

Buf, qué pereza. Alexa, pon Netflix y tráeme un helado.»

Esto sucede porque queremos encontrar la motivación suficiente para conseguir el resultado final antes de empezar. Queremos encontrar la motivación para adelgazar 3 kilos. Y eso es mucha motivación.

Sin embargo, podemos hacer otra cosa. Podemos renunciar a intentar reunir toda esa motivación y simplemente ponernos la ropa de deporte, hacer ejercicio durante 10 minutos, sudar un poco y volver.

Mucho más sencillo, ¿no?

Ya, pero eso no cambia nada, me dirás.

Puede parecer que no, pero quizá te sorprendas.

Es muy posible que cuando lleves a cabo esa pequeña acción, te encuentres mejor. Y que al encontrarte mejor, te sientas motivado para repetir. Y que a partir de pequeñas dosis de acción y motivación, acabes consiguiendo tu objetivo último de adelgazar 3 kilos sin apenas darte cuenta y sin apenas esfuerzo.

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Cada vez que un objetivo te parezca muy ambicioso y te resulte difícil de abordar, da un pequeño paso. Sin pensarlo demasiado, dálo. Y después observa lo que sucede. Confía en el poder motivador de una pequeña acción. Porque lo tiene, y mucho.

Aquí termina el post. Un post muy útil para la consecución de objetivos, tanto vitales como financieros.

Y ya sabes, si quieres seguir aprendiendo cómo optimizar tu día a día, consulta nuestra sección #Estilodevida.

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